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viernes, 15 de julio de 2011

Daumasité

Sulfuro, aun hoy me pregunto que aroma tendrá, pero bien recuerdo distintivamente que la palabra se me cruzo por la mente al final de la colina, donde la soleada planicie llegaba a su fin y mi horizonta se habia vuelto azulado, detras del inmenso puerto. Recuerdo haber ajustado las pocas cosas que cargaba a mi cuerpo, por miedo a perderlas entre el gentío; las ciudades grandes no son una mala oportunidad para los oportunistas y los ladrones, e inclusive en mi inexperiencia en ese entonces, yo era conciente de ello. Recuerdo ademas haberme adentrado entre las anchas calles con una profunda atención, en vez de dejarme adormecer por los diferentes sonidos y la calida multitud, afile el oido y mi conciencia atravesó los muros y ventanas en un corto radio, dialogos inconexos llegaban a mí, discusiones lejanas, suaves murmullos, el manoseo de la mercaderia en los puestos que ahora me rodeaban a lo largo de la amplia callejuela, voces chistosas, mercantes pregonando, adivinos, estafadores, payasos, musicos, y el ruido del viento agitando la miríada de oramentos estrafalarios que los puestos de los O'haihas venden en cada ciudad que se dignan a descansar, con sus pequeñas contrapciones musicales, tubos de cobre, silbatos de papel, organillos de latón y pequeños artefactos magicos menores pero excepcionalmente bien afinados, todo aquello armando un revuelo de pequeños y leves sonidos que envolvian al callejón en una violenta nube de informacion, y entre cada sonido, un paso, un paso rapido, un dos, un dos, detras del tercer puesto, por mi derecha, acercandose.

Es curioso como un novato suele arriesgarse a tal nivel, en especial considerando que una fusta golpeteando contra su pierna y una daga atada a su tobillo (por cierto, mal asegurada, caso contrario no podria escucharla) no califican como una buena defensa en situaciones inseguras. Un paso al costado sobre el contratiempo justo, el reves de un talon bien puesto y el codo entre sus homoplatos, es inevitable la caida, la maldición abrupta y la clasica mirada de odio mientras resignado se evita la molesta de fallar al estupido intento de escapar a la fuerza de tu pie sobre su cuerpo al ver el filo de tu machete habilmente enfrentado a su rostro.

Pero no serviria de nada, o mas bien, nunca me ha servido de mucho hasta ahora e intento obrar por experiencia, por mas vano que sea dicho intento. Levanto el pie y me aparto de su cuerpito quejoso. La gente no presta atención, ya es costumbre, esto sucede 6 o 7 veces al dia, mas aun aqui, en estas galerias tan aturdidoras. Sus ojos pardos me acestan un aguijon cargado de la ira de la derrota mientras se incorpora abatido. Sin embargo su postura es digna, no volverá a intentarlo. Y mientras se aleja derrotado atajo bruscamente el pequeño saco de dinero que habia tan cuidadosamente asegurado a mi cuerpo. Y es entonces cuando me siento sorprendido, en mi plena atención, escuche cada uno de sus pasos, su respiracion, su movimiento, pero en cuanto a este detalle, me encontraba totalmente derrotado, sencillamente no le habia oido.

E indignado intento volver a asegurar la bolsa contra mi cinturon dos veces mas fuerte que antes, antes de doblar por los muelles y sentarme a mirar el oceano. Dos años muriendome de sed y ahora esto, sencillamente alguien deberia repartir mejor este vasto, entero y eterno sucedaneo de vida. Hay demasiados del otro lado batiendose en guerras por un pequeño cumulo de esto que aqui se siente tan obvio. Y luego de unas horas se incorporó al ver pasar una modesta pero delgada y veloz barca pesquera y salto sin verguenza hacia su estribor, sosteniendose del borde de la cubierta hasta poder hacer uso de sus pies para colarse entre las rendijas que traia dispuesta la embarcacion para hacer uso de sus redes. Nadie en la bodega, y nada que escuchar.