Páginas

jueves, 28 de julio de 2011

Ambrosía [.]

Cual es el precio por la letania de golpear los hombros magullados e insistentes, contra la inmutabilidad. Rigida y burlona, sentada en su trono de tiempo, me retuerce una sonrisa picara y sardonica, mientras me deja saber sobre los miles antes de mi, y los millones que me seguiran. Mientras la practica incestuosa de empalagarse con la produccion ajena sigue parasitando mi perseguida conciencia, persiguiendola por la cocina con una escoba y tratando de correrla al estudio, un paraiso de experiencia al que de alguna manera u otra no logra entrar, entre un autosabotaje y la cruel realidad de una epoca ajena, frigidamente cruenta, material, fisica y superficial, en la que la suerte es ley, y las desiciones fuertes se vuelven una condena consecuente a darle un valor tal a las cosas que mientras la carne y la mente se vuelven capaces, los pasos y las voces se escuchan lejanas, demasiado relajadas, comodas en su sopor nauseabundo, remojandose en una serie de frases predefinidas que los mantienen en un ayer constante, una predica concentrada de inquilinos permanentes, obsesivos eremitas de la medida para mover las cosas para que siempre acaben en la misma posicion, con una idea poderosa, pero no demasiado aprovechada.

Donde todos nuestros sueños llegaran algun dia, donde no los tengamos que hacer llegar. Donde nacimos comodamente acomodados, y si bien pasamos el dia tragandonos peliculas de pasiones, honor y virtud, le devolvemos la cara de atorrante a la gente que nos rodea, picoteamos las esquirlas del cristal roto que fueron las vidas de nuestros allegados, y nos arropamos en un orden que nos vuelve avidos para escuchar y estupidos para hablar, brillantes observadores y pesimos analistas, deficientes en el debate, discusion o juicio y habilidosos inscriptos, fanaticos o seguidores. Donde compramos todas las profecias hollywoodenses y los combos de frases de powerpoint. ¿Eso nos hace el dia no? En este paquete de miedo, donde devolver una trompada es un riesgo mas que un derecho, abogar por lo que uno cree es exponerse demasiado, y discutirle a una autoridad es estar equivocado en un principio.

Pago caro, el dia en el que pise este terreno cenagoso sin haberme dado cuenta. Pago con soledad cada profundo paso hacia un faro que hoy todavia no encuentro. Nado en este pantano inhospito, mas alla de la tierra. Siento mi cuerpo presa de una corriente terca, yo soy esta corriente, y avanzo en contra del viento, que lanza los juncos sobre mi cara, mientras lentamente sigo en mi marcha. Muchas veces cierro los ojos, y pienso en todo aquello que ya no puedo volver a ver de la misma manera, en aquellos tiempos perdidos. ¿Es acaso que hubiera sido mejor haber hechado el ancla del otro lado de la orilla? Muy tarde ahora, la corriente pronto se acelerara del otro lado del horizonte, donde mucha menos tierra inunda este oceano, donde el destino ya no parecera un castigo al que arriesga, y pueda cosechar aquello que sin haberme dado cuenta, tuve el infortunio de sembrar tan lejos de casa.