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miércoles, 19 de junio de 2013

Bicoca.

Hay un zumbido apagándose en algún lado del mar. Yo ni idea, ya me alejé hace tiempo del terreno, y la maleza no para de crecerle alrededor. Hasta que algún dia un loquito de por ahí se anime a podarlo un poco y darle un reintento. Alguien que no tenga ni idea de su pasado. Que ni se imagine lo que sucedió allí, y que cuando arrastre las gambas por el prado no sienta el pesar de los hechos enterrándolo entre el césped.

Eso si, yo me traje una alegría del hogar el ultimo día que recorrí el terreno. No, miento, no fue la última. Hace unos dias pase, despues de 7 años de no visitarlo. Mi mente se debatía si volver a pasar, si permitir o no al agente del pasado a penetrar mi calma una ultima vez. La estabilidad es un asunto difícil, y me cuesta mantenerme sin dudar de mi mentalidad por un largo rato.

El caso es que por alguna razón después de tanto rato pateé para el garage y con el fiat pase por cangallo en vez de ir por la calle que solía transitar para ir al laburo. No me arrepiento de haberlo hecho, pero lo que sucedió si fue lo que esperaba. El lugar no era mas el lugar, por mas que nadie lo hubiera intervenido, el fluir de los acontecimientos se lleva la realidad y trae una nueva. Este ya no era el incendio, ni los restos, ni mi infancia, mas que cualquier otra cosa. Podría ser tanto una choza derrumbada, como un restaurant arruinado, quizá una sala de atención médica, un modulo de viviendas gastado. Yo sabia muy bien lo que había sido, pero ya me daba igual. Todos los pasados eran el mismo en ese lugar, excepto para mis ayeres.

Hoy día ya no queda ni el rastro de decadencia que permanecía intacto. Una copanía constructora se llevo hasta la tierra que cubría su extensión. No queda ni un pasto. Una torre de 25 pisos tapa ademas el sol que solia caer en la manzana entera. Mi piso es el 14, poco me importa estar parado sobre el lugar que hace tanto tiempo representaba tantas cosas. La alegría del hogar cuelga de mi balcón. A mi mujer le encanta, pero no tiene idea.

Por mi cuenta, acostumbro escupir el buche de la pasta dental por la ventana, y a veces vació mis vasos de agua por la baranda del balcón. Quizá sea una expiación inconsciente, como si fuera a hidratar los cimientos, pues dentro mio, nunca hubo edificio alguno, el pasto sigue intacto, y la casa esta aun en llamas, mi familia esta aun adentro, y yo sigo borracho en el bar, con Ada, mientras ella me engatusa una vez mas, para llevarme a su cuarto, y que no regrese hasta la mañana siguiente, o quizá la otra, o quien sabe bien.